Pasamos las Navidades en Buenos Aires y recibimos el 2010 en El Fin del Mundo... no se asusten, no me refiero al apocalíptico año 2012 de los Mayas o a Nostradamus, sino a Ushuaia, al sur de Argentina.
El día 22 de diciembre de 2009, llegamos a Buenos Aires, luego de una maratónica travesía iniciada a eso de mediodía del día anterior: una hora de traslado desde La Candelaria donde vivimos, hasta el aeropuerto de Maiquetía, más cuatro horas hasta la partida del vuelo de cuatro horas y media a Lima, sumando seis horas más para el trasbordo y el segundo vuelo de Lima a Buenos Aires, y rematando con otras tres horas para el correspondiente trámite de aduana, la recogida de maletas y el traslado con tráfico hasta el hotel, o sea, 24 en total.
Ese 22, recién comenzaba el verano en Buenos Aires, y con 23 grados, los argentinos ya se quejaban de calor. Para nosotras estaba “fresco” pues habíamos dejado a Caracas con unos inusuales 32 grados. El hotel donde nos alojamos, el 725 Continental, es 5 estrellas… “estrelladas”, es decir, una habitación que era doble, la transformaron en triple y para andar por la misma, había que danzar pasodoble o merengue apambichao, es decir, de medio lado. Para ser sincera, deduje que lo de 5 estrellas era más que por el confort, por la cercanía a todo: situado a 5 cuadras del Obelisco y la avenida 9 de Julio, una de las principales de la ciudad; a 300 metros de la Catedral; y a unos 150 metros del Boulevard. En la cabecera de la entrada, la Casa Rosada, con sus famosos balcones desde los cuales Evita se dirigia a sus descamisados.
Luego de un breve descanso, nos fuimos al Boulevard buscando cajeros automáticos para obtener efectivo; búsqueda infructuosa porque ni la VISA ni la Mastercard, eran aceptadas en los mismos. El Boulevard no tiene nada que envidiar al de Sabana Grande de Caracas, incluyendo los buhoneros apostados en el piso, los policías al acecho y la basura. Regresamos al hotel comenzando a ponerse el sol, a eso de las 9:30 de la noche, algo que no podemos ver en Venezuela.
El día 23, nos correspondía realizar la tradicional panorámica por la ciudad, la cual por cierto, ya habíamos hecho en el año 2000, cuando visitamos algunas ciudades de Suramérica. El recorrido comenzó mal con una Buenos Aires que dista mucho de aquella del 2000. El guía nos señalaba: "a su izquierda observan la Catedral, construida en el año tal…" y nosotras lo que veíamos era una cantidad de pancartas que portaban personas protestando por algo. "Y éste es el famoso Obelisco, erigido para conmemorar...", continuaba explicando el guía, pero al fondo, destacaba un bululú (gentío revoltoso) vociferando por beneficios. A lo largo del recorrido, se veían indigentes deambulando por doquier: en las plazas, frente a la Catedral, a lo largo de la isla de la avenida 9 de Julio, en la zona de las residencias de las Embajadas, donde vimos nichos que fungen de vivienda improvisada con personas durmiendo dentro. Frente al edificio de los Monjes Recoletos, donde están los Gomeros, árboles centenarios plantados por ellos, observé que sus raíces son lo suficientemente altas y amplias, de manera tal que albergan una persona entre ellas, lo cual deduje porque vi a un hombre que se estaba bañando entre las mismas.
Recorriendo la plaza con la famosa Casa Rosada inmortalizada por Evita al fondo, en un momento mi mamá me dice: cuidado con las cacas en el piso. Pero resulta que las cacas eran de humanos. Cuando miré hacia la derecha, observé una pareja joven con un niño de unos 3 años y ella presentaba un embarazo ya avanzado ¿vivían allí? Nos pareció más bien que se encontraban apostados para otro propósito ¿Político?, en vista que también había gente protestando. En fin, ¡estas situaciones solo las vimos en el centro!
A continuación, Buenos Aires dio un giro de 180 grados pues esa si era la Buenos Aires que recordábamos, linda, pintoresca y turística. Visitamos el estadio del Boca Junior: La Bombonera, en el barrio de La Boca. Mi hermana es fanática del fútbol, y especialmente del argentino, y por supuesto, acérrima admiradora del Maradona de los 80 y del actual Messi. Claro está, con el repunte de la "Vinotinto", como denominamos a nuestro equipo de futbol en Venezuela, ella apoya al equipo argentino, siempre y cuando no juegue la vinotinto. A continuación, fuimos a Caminito y luego finalizamos la panorámica en Puerto Madero donde almorzamos. De allí regresamos a pie hasta el hotel, a prepararnos para el Magno Evento de la noche: El Tango Porteño, ese que se baila rapidito, con la cena incluida, antes de la función.
El día 22 de diciembre de 2009, llegamos a Buenos Aires, luego de una maratónica travesía iniciada a eso de mediodía del día anterior: una hora de traslado desde La Candelaria donde vivimos, hasta el aeropuerto de Maiquetía, más cuatro horas hasta la partida del vuelo de cuatro horas y media a Lima, sumando seis horas más para el trasbordo y el segundo vuelo de Lima a Buenos Aires, y rematando con otras tres horas para el correspondiente trámite de aduana, la recogida de maletas y el traslado con tráfico hasta el hotel, o sea, 24 en total.
Ese 22, recién comenzaba el verano en Buenos Aires, y con 23 grados, los argentinos ya se quejaban de calor. Para nosotras estaba “fresco” pues habíamos dejado a Caracas con unos inusuales 32 grados. El hotel donde nos alojamos, el 725 Continental, es 5 estrellas… “estrelladas”, es decir, una habitación que era doble, la transformaron en triple y para andar por la misma, había que danzar pasodoble o merengue apambichao, es decir, de medio lado. Para ser sincera, deduje que lo de 5 estrellas era más que por el confort, por la cercanía a todo: situado a 5 cuadras del Obelisco y la avenida 9 de Julio, una de las principales de la ciudad; a 300 metros de la Catedral; y a unos 150 metros del Boulevard. En la cabecera de la entrada, la Casa Rosada, con sus famosos balcones desde los cuales Evita se dirigia a sus descamisados.
Luego de un breve descanso, nos fuimos al Boulevard buscando cajeros automáticos para obtener efectivo; búsqueda infructuosa porque ni la VISA ni la Mastercard, eran aceptadas en los mismos. El Boulevard no tiene nada que envidiar al de Sabana Grande de Caracas, incluyendo los buhoneros apostados en el piso, los policías al acecho y la basura. Regresamos al hotel comenzando a ponerse el sol, a eso de las 9:30 de la noche, algo que no podemos ver en Venezuela.
El día 23, nos correspondía realizar la tradicional panorámica por la ciudad, la cual por cierto, ya habíamos hecho en el año 2000, cuando visitamos algunas ciudades de Suramérica. El recorrido comenzó mal con una Buenos Aires que dista mucho de aquella del 2000. El guía nos señalaba: "a su izquierda observan la Catedral, construida en el año tal…" y nosotras lo que veíamos era una cantidad de pancartas que portaban personas protestando por algo. "Y éste es el famoso Obelisco, erigido para conmemorar...", continuaba explicando el guía, pero al fondo, destacaba un bululú (gentío revoltoso) vociferando por beneficios. A lo largo del recorrido, se veían indigentes deambulando por doquier: en las plazas, frente a la Catedral, a lo largo de la isla de la avenida 9 de Julio, en la zona de las residencias de las Embajadas, donde vimos nichos que fungen de vivienda improvisada con personas durmiendo dentro. Frente al edificio de los Monjes Recoletos, donde están los Gomeros, árboles centenarios plantados por ellos, observé que sus raíces son lo suficientemente altas y amplias, de manera tal que albergan una persona entre ellas, lo cual deduje porque vi a un hombre que se estaba bañando entre las mismas.
Recorriendo la plaza con la famosa Casa Rosada inmortalizada por Evita al fondo, en un momento mi mamá me dice: cuidado con las cacas en el piso. Pero resulta que las cacas eran de humanos. Cuando miré hacia la derecha, observé una pareja joven con un niño de unos 3 años y ella presentaba un embarazo ya avanzado ¿vivían allí? Nos pareció más bien que se encontraban apostados para otro propósito ¿Político?, en vista que también había gente protestando. En fin, ¡estas situaciones solo las vimos en el centro!
A continuación, Buenos Aires dio un giro de 180 grados pues esa si era la Buenos Aires que recordábamos, linda, pintoresca y turística. Visitamos el estadio del Boca Junior: La Bombonera, en el barrio de La Boca. Mi hermana es fanática del fútbol, y especialmente del argentino, y por supuesto, acérrima admiradora del Maradona de los 80 y del actual Messi. Claro está, con el repunte de la "Vinotinto", como denominamos a nuestro equipo de futbol en Venezuela, ella apoya al equipo argentino, siempre y cuando no juegue la vinotinto. A continuación, fuimos a Caminito y luego finalizamos la panorámica en Puerto Madero donde almorzamos. De allí regresamos a pie hasta el hotel, a prepararnos para el Magno Evento de la noche: El Tango Porteño, ese que se baila rapidito, con la cena incluida, antes de la función.
El espectáculo cuenta con seis parejas de jóvenes y una pareja de adultos mayores. Todos excelentes bailarines. Me voy a referir específicamente a un joven extremadamente guapo y muy alto y su compañera. Ambos representaron una pieza muy sensual. Ella está en una cama con los ojos vendados. Quiero ayudarlos a visualizar esa pieza, ¿cómo? Imagínense un tango argentino con arreglos de música clásica: el acordeón y los violines sobresalen. Ella porta una vestimenta con una pieza tan larga, que cuando él la toma en sus brazos, enrolla a la joven en ella, y la desenrolla lanzando a la chica –recuerden que tiene los ojos vendados- hacia arriba, hacia abajo, van y vienen, sobre la cama, en el piso… ella está a merced de él… estaba estupefacta y más, cuando justo al terminar el espectáculo, los mozos (mesoneros) me sustrajeron de mi encanto cuando recorriendo las mesas, solicitaban una propina... Vino a mi memoria un episodio durante nuestra visita en el 2000, de un mesonero -con ese orgullo característico del argentino- a quien quise dejar propina y la rechazó con una sonrisa diciendo: “No por favor, el mozo argentino está para servir” ¿dónde quedó eso? La necesidad hizo el cambio…
El día 24, nos llevaron a la hacienda Santa Susana. Luego del recorrido de la misma -las fotos hablan por sí mismas- saboreamos una excelente parrillada. Ir a Argentina y no comer carne es un crimen. Hubo un espectáculo en vivo de un cantautor y bailes gauchos. Me fascinó el cantante. Una canción que interpretó, hizo que rodaran por mis mejillas unas cuantas lágrimas. Ya saben, no hay tango alegre. Para finalizar la estadía, nos dirigimos hacia una especie de manga de rodeo; allí varios jinetes a galope -que al final resultaron siendo los mismos mesoneros- debían insertar una especia de anillo dentro un aro sostenido por una vara fija. Si acertaban iban y le ofrecían el anillo a una dama. Que conste que las tres obtuvimos nuestro premio, ¿Qué tal?.
Culminamos nuestra estadía en Buenos aires el 25, por nuestra cuenta. Fuimos a la misa de Navidad en la Catedral, y luego dimos unas cuantas vueltas por acá y por allá. Al día siguiente, íbamos directo al Fin del Mundo: Ushuaia.
Les dejo una presentación con el resto de las fotografías. Hasta la próxima bitácora.
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