Amanecer en Capadoccia

Amanecer en Capadoccia

Laguna de Mucubají, Mérida

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La Esfinge

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Arco de Triunfo, París

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Recorriendo Suiza

Al son de valses

sábado, 6 de febrero de 2010

El Danubio azul,la estrella de Viena.


Hemos tenido la dicha de visitar Viena, la ciudad imperial y musical por excelencia, en un par de ocasiones: en Octubre de 1994 y en Septiembre de 2007.

La primera vez que visitamos Viena, nos alojamos en el Hotel Kaiserpark-Schönbrunn originariamente construido en 1903 como casa de huéspedes del castillo, que tiene vistas a los jardines del palacio Schönbrunn, con innumerables habitaciones, tantas que te perdías recorriendo laberintos de corredores hasta que atinabas a dar con la tuya. En la segunda ocasión, el hotel estaba algo alejado del centro. Llegamos a Viena a eso de medio día, procedentes de Copenhaguen. Nos gusta recorrer a pie los alrededores de los hoteles en los cuales nos alojamos, siempre que la seguridad lo permita.
Así que, después de almorzar, solicitamos un mapa en la recepción del hotel, y bien comenzamos a caminar, descubrimos que a escasos 80 metros teníamos el parque de atracciones Wurstelprater, el cual es el más antiguo del mundo. Es inmenso, así que pasamos el resto del día y de la noche disfrutando… de ver a otros… gritando de emoción en la montaña rusa, y otras atracciones similares que producen vértigo. Cenamos en uno de los restaurantes que tiene el parque, y de postre, una exquisita porción de Apfelstrudel (Pastel de manzana) al estilo vienés: servida aún tibia.


Interior del Palacio de Schönbrunn

Al día siguiente, realizamos un recorrido por la ciudad, pasando por El Prater y La Noria de Ferris, Naciones Unidas, Palacio Schönbrunn, Palacio Belvedere, el Museo Albertina y el Burgtheater. En el desplegable “Galería de Bitácoras”, pueden seleccionar VIENA para ver más fotografías de estos impactantes palacios y parques.


El Palacio de Belvedere


En la noche, nos llevaron a disfrutar de un concierto con música de Mozart, en El palacio de El Caballero de la Rosa o Palacio Auersperg, donde debutó el famoso compositor, con apenas 6 años de edad. Los músicos interpretaron sus valses y sinfonías, y como amante de la música clásica, me sentí muy emocionada de estar en el mismo palacio donde Mozart tocó.


Finalmente, fuimos a cenar en Grinzing, el pueblito de la viticultura, a 40 Kms de Viena, en una típica taberna, con cena de tres platos y el infaltable vino Heuriger, es decir, el vino verde de la temporada. Respecto a este vino, no puedo menos que decir que “prefiero el vino tinto”. Sin embargo, la música y el ambiente de alegría, aunado al deguste de algunas copas del dichoso vino (en la mesa colocan la botella completa), nos hizo parecer que el vino verde sabe muy bien…

No quiero culminar esta bitácora sin mencionar la belleza de los bosques de Viena en otoño. Recorrerlos acompañados de la música de Strauss, fue una experiencia que vivimos en nuestra primera visita. Era una interminable sucesión de naranjas, rojos, amarillos, verdes y dorados. Era la primera vez que veía tal belleza, sin que se tratara de una fotografía, pues en el trópico, eso no existe. En esa oportunidad nos dirigíamos a Mayerling, a visitar una caverna subterránea con un lago, donde tomamos un barquito que nos paseo por el mismo. La temperatura allí abajo era de 7 grados, pero arriba era de casi cero. A pesar del frío, la espectacularidad de colores que bombardearon mis ojos, me hizo amar el otoño, y por ello es mi estación preferida y en lo posible, planifico todos mis viajes al norte, en Septiembre.

Sin lugar a dudas, Viena es una ciudad para volver una y otra vez.

Hasta la próxima bitácora.